sábado, 30 de marzo de 2013

(III) Un mundo oculto


Existe en la ciudad un mundo oculto, desconocido y mágico habitado por unos seres olvidados que se resisten a desaparecer.

El Patrimonio Industrial que salpica nuestras ciudades no es ningún concepto propagandístico ni de exclusivo interés para arquitectos nostálgicos, sino una realidad olvidada pero latente que un día tuvo una tremenda importancia en el desarrollo y la formación de las urbes.

Y es que no es poca la afección que han tenido estas piezas en el desarrollo de nuestras poblaciones, en su trama urbana... y en concreto, aquellas que pertenecen al Patrimonio ferroviario.
Citando al blog de Patricia Ferreira “Entre 1848 y mediados del siglo XX, el ferrocarril desempeñó un papel clave en la evolución económica de España, tanto en los aspectos de su configuración territorial, como social, política y cultural. En Andalucía el ferrocarril ha ejercido, desde su primera línea en 1854, una importante influencia en su crecimiento urbano, en el desarrollo y surgimiento de las ciudades, resultando en nuevas estructuras urbanas que son en la actualidad una de las grandes problemáticas enfrentadas en las ciudades.

Un día fueron grandes infraestructuras motores de la economía y síntoma del desarrollo de las ciudades. Hoy obsoletas, estas mismas infraestructuras suponen una herida abierta en los núcleos urbanos y que a la vez, son un vestigio de tiempos antiguos (años claves en la historia de una ciudad) que piden reivindicarse para ser elementos de importancia, transformarse para formar parte activa y querida del tejido de las ciudades y de las vidas de las personas que las habitan.

Es precisamente esa condición de obsolescencia (que necesita ser repensada, reinterpretada y rehabilitada) lo que puede salvar al Patrimonio ferroviario del ostracismo y olvido, y transformar una realidad dramática de fragmentación – física, cultural y social- de la ciudad, en elementos de alto carácter social capaces de coser tejidos urbanos inconexos mediante una vinculación local transversal y global longitudinal. 



El mundo ferroviario ha dado lugar a elementos de gran interés que merecen de minuciosos estudios, espacios vacantes dentro de la ciudad, amplias áreas en muchas ocasiones, con la posibilidad de activar zonas que parecían imposibles de activar.

Éste interés no subyace exclusivamente en su componente abstracta de recuerdo y nostalgia… también nos reciben imponentes al mostrarnos grandes espacios, diáfanos y generosos, de la escala de la máquina; con materialidades diversas, eclécticas en composición y que nos susurran a la vez peso y ligereza, opacidad y transparencia, funcionamiento y ornamento.
Sensaciones dispares que hoy no son fáciles de conseguir y que disponemos todos en nuestras ciudades, muy cerca de nuestras casa.

Su suerte es el olvido, a veces por desuso y otras por interés, reivindico que no podemos hacer la vista gorda a la desaparición de estas infraestructuras, grandes y pequeñas, de tan delicada y compleja belleza. Y que, al igual que cuando contemplamos la inmensa bóveda celeste, no nos acongoje ni su escala ni su aparente incomprensión.

Desde luego, la fascinación por mi pieza ya la he declarado, pero al investigar otras infraestructuras y edificaciones, se ha trasladado también a éstas. Por supuesto, el panorama nacional está lleno de ejemplos a estudiar e intervenir.
En el foro de forotrenes se ha abierto una interesante iniciativa, a modo de inventario, de muchas de estas edificaciones:

[01] Estación de Aranjuez, Madrid.


[02] Muelle Embarcadero de mineral en el Puerto de Huelva.



[03] Almacén de mercancías y grúa en Villamayor de los Montes, Burgos.


[04] Aguadas de la época del vapor, estación del Chorro, Málaga.


[05] Puente sobre el río Tinto de la antigua estación de Niebla, Huelva.


[06] Muelle embarcadero del ferrocarril de Tharsis, río Odiel, Huelva.



[07] Aguadas y caseta de enclavamientos, estación de Huerta de Valdecarábanos, Toledo.



[08] Estación en Castillejo Añover, Toledo.



Como se muestra en las imágenes, el potencial material de estos ejemplos es enorme y si se le pone interés, su recuperación completa (también su uso) puede ser un revulsivo, en muchas ocasiones, económico que le dé viabilidad a su estudio e intervención, para que el Patrimonio no se entienda exclusivamente como un interés cultural y social, sino que también tenga un aprovechamiento real por parte de la sociedad.

Es nuestra responsabilidad desvelar este mundo oculto y devolverle su protagonismo a sus habitantes.

domingo, 10 de marzo de 2013

(II) Vinculación con el lugar

Tengo que decir que hace ya dos semanas que expuse ante mi tribunal la idea con la que partía.
Me había dedicado desde que comenzó el PFC a buscar toda información concreta del edificio que os enseñé en la primera entrada. Aunque es un elemento de carácter público, al tener un uso ferroviario, me enfrenté a todo tipo de avisos, permisos, citas previas, “váyase usted a este sitio y pregunte”, llamadas… y para qué aburriros más.

No estaba siendo sencillo encontrar nada relevante sobre la nave. No encontraba documentos ni planos que me dijesen cómo se hizo y sobre todo, ¿cuándo?.
De esta última pregunta creo tener una aproximación inicial. La propia estación de ferrocarriles de Málaga se inauguró en 1862, construida [fuente: ferropedia] por la oligarquía económica malagueña en un intento por traer carbón del Valle de los Pedroches con el que alimentar los altos hornos locales […], la Sociedad (encargada de su construcción) estaba encabezada por Jorge Enrique Loring y Oyarzábal, Martin Larios (Marqués de Larios, debería decir que con “los Larios hemos ido a parar”) y Tomás Heredia Livermoore (¡hala!, y con los Heredia) […] De ese periodo se conservan los torreones históricos ubicados junto a la fachada principal, que están protegidos como edificios históricos y catalogados como Bienes de Interés Cultural (BIC), actualmente en proceso de rehabilitación. 


Podemos considerar 1862 como la fecha límite, se convierte automáticamente en la vara de medir y datar la antigüedad de la nave, que siendo dónde tenía lugar la reparación de locomotoras a vapor, no tiene que estar demasiado alejada a dicha fecha.
Y de pronto, el peso del tiempo se viene encima. Podría haber estallado con una hilarante carcajada porque me encuentro ante un objeto que tiene casi seguro, más de 100 años. Y para mi sorpresa, la página web de goolzoom me arroja un dato cierto, una Ortofoto (vista aérea) de la zona del año 1956-57 (Pancromática de Andalucía 1956-57) donde aparece la nave, inserta en un complejo tejido ferroviario.


El azul de la imagen no hace más que añadirle ese aspecto fantasmal al asunto, la construcción acababa de mostrarse como un elemento fijo en el colectivo de la ciudad desde hacía tiempo y, como mínimo y de forma segura, desde hace 57 años.
Cosa que por otro lado ya sabía. Entonces ya me había puesto en contacto con el presidente de Los Amigos del Tren en Málaga, que justo me contó que su propio abuelo había trabajado en esa nave.

A riesgo de que fuese demasiado antiguo y complejo para estas manos jóvenes y poco curtidas, me lancé a montar una atropellada presentación con todos los datos que iba recopilando día tras día (justo la mañana antes de exponer conseguí extensa y suculenta información de la nave), desenvainar mis armas tecnológicas (un mando para pasar las diapositivas provisto de un potente puntero láser; y una grabadora para almacenar las correcciones de los profesores), colocarme mis mejores galas (con perfume y todo), recortarme la barba (que pareciese que había estado trabajando pero que no me había abandonado) y beber agua, mucha agua para tener la voz clara. Un guion cuidadosamente elaborado que comencé una semana antes…


… y a final nada salió cómo esperaba; agoté el agua antes de empezar la exposición, el guion ni lo miré, no puse a grabar la grabadora y mi mando no funcionaba en el portátil que me prestaron para exponer.
Pensé que tenía argumentado mi tema pero nada más fuera de la realidad.
Siempre había querido, y siempre había creído, que esta nave tenía vocación para albergar una Escuela de Arquitectura.

A riesgo de que me acuséis de ególatra y masoquista diré que me parecía interesante que una pieza tan amplia pudiese contener una pequeña escuela de arquitectura (aunque necesitase de alguna ampliación) vanguardista y coqueta, que asentase por fin a un alumnado que ha deambulado desde El Convento de Aurora María, a una nave anexa de Renfe, a El Ejido y en un futuro… a Teatinos.
Además, era emocionante pensar que el ejercicio con el que acabar mi formación de arquitectura fuese una Escuela de Arquitectura, valorando la importancia del Patrimonio Industrial (tan maltratado en Málaga) posicionándose dentro de la nave, rehabilitándola y habitándola.
Y además, otra pretensión añadida, un proyecto que integrase de forma física esa intención de coser el desarrollo de la arquitectura como arte y técnica al servicio de la sociedad, en un emplazamiento urbano complejo, que permitiría dinamizar la zona desde la propia  práctica y creación de arquitectura.

Tras la exposición vino la crítica.
Tengo que decir que fue en general muy educada pero sobre todo, muy constructiva. Soy consciente de que mi labor de investigación se había centrado en la búsqueda de información sobre la nave... pues bien, justo era el aspecto que menos importancia tenía, al menos, por ahora.
Me había olvidado por completo de su implantación urbana, de lo que suponía esa parcela dentro de la línea ferroviaria que cruzaba Málaga. Una línea que era más una herida en la ciudad donde amplias zonas (antaño usos anexos al tren) iban apareciendo como moteados puntos de tierra indeterminada, sin aparente uso, en la planta de la ciudad; puntos a veces rodeados de barrios superpoblados, marginados; puntos de tierra que están A ESPALDAS DE LA CIUDAD.


Toda una red espacial importante y con un potencial enorme a la que mi nave pertenecía, casi como último bastión, dentro del centro de Málaga.
Tengo ante mí la oportunidad de investigar sobre cómo intervenir, a modo de conjunto, en una estrategia de transformar esta trasera en un activo vital para Málaga, y con especial interés, para los barrios que se nutrirían directamente de ello.
Ahora la nave no está sola y abandonada, ahora la misma pertenece al cadáver de un gran gigante derrumbado en la ciudad que me pide, casi sin voz, que me percate de su existencia y lo ayude a ponerse en pié.

(Tengo que decir que también entran en juego otros aspectos estratégicos que giran en torno a la creación o no de un tejido universitario. En Málaga, la estrategia respecto a las escuelas técnicas, es vincularlas de forma directa al Parque Tecnológico en esa aspiración por parte de Bolonia de vincular la actividad universitaria a las empresas. Además, por gestión, también existe un interés de crear grandes focos de formación y reducir la cantidad de campus, a nivel territorial.
Otra cosa es que yo no esté de acuerdo con la desvinculación de las universidades con las ciudades, a raíz de trasladarlas a las afueras, y menos de carreras que se nutren de forma tan directa de la propia ciudad. Pero hay mucha gente investigando en este tema, hay muchas corrientes que desmantelan mi postura, y para colmo, la creación de una nueva escuela de arquitectura de vanguardia necesitaría de muchísimo más espacio del que disponía.)

Liberado ya de justificar a duras penas mi tema, me enfrenté en los días siguientes a una pequeña depresión al no tener un programa que desarrollar y al percatarme que entre otras, una de las cosas que no hemos aprendido en la escuela es a INVESTIGAR.
Y es que ahora, mi ejercicio necesitaba de una profunda investigación de la que no sé ni por dónde empezar ni de la que tengo adquirida una metodología. Ésta es actualmente mi tarea, aprender a investigar, investigando.

¿Quién sabe?, es posible que el tratamiento que tenía pensado inicialmente hubiera sido lo peor para esta nave.
Además, no se me olvida decir que por suerte sí hubo algo que gustase a los profesores. La primera diapositiva era una fotografía mía cuando chico dibujando, y las dos siguientes, dos dibujos de trenes que hice cuando chico (justo las imágenes de la entrada anterior). Esto le dio una imagen clara al tribunal de mi vinculación con el lugar y de la fascinación sobre esta edificación, y consiguió, a través de su descubrimiento, una fascinación instantánea… tanto que al acabar me insistieron que no cejara en mi idea de intervenir sobre esta pieza.

Por fin descubrí que no se había convertido en ningún capricho, que el valor de la nave no estaba sólo en las aventuras que dentro se desarrollaban cuando era un mico, sino que ya, con razonamiento adulto, también tenía otros valores más importantes… y que uno de ellos podía ser, igualmente, el valor de las aventuras reales que en un tiempo sí que se desarrollaron dentro.


jueves, 7 de marzo de 2013

(I) El Reto

Y así funcionamos entre los arquitectos… cómo si fuésemos esa comunidad cerrada y ensimismada en nosotros mismos que la sociedad ve, nuestra aportación al mundo del blog son ¡los blogs de arquitectura!.
Me uno del tirón y sin pensármelo a la iniciativa que, hace apenas unas noches, comentamos entre mis compañeros de escuela: narrar las aventuras y desventuras de nuestro Proyecto Fin de Carrera (PFC para los amigos), un compendio de todas las asignaturas que hemos aprendido a lo largo de estos años de estudio, un camino de subidas y bajadas emocionales con un resultado incierto.
Un comienzo emocionante y estimulante que todos esperamos resolver con mayor acierto, con la experiencia de los errores de otros proyectos, y con la esperanza de seguir, al final, con la misma cantidad de pelo, dioptrías y el mismo número de amigos y familiares en tu entorno.

A espaldas de la ciudad… podría ser la realidad que ha tenido gran parte de la arquitectura en estos últimos años, la sociedad también, no creáis, pero nos correspondía a nosotros como colectivo responsable del desarrollo general y específico de la ciudad su adecuación al mundo, sin despropósitos y de manera responsable. Nuestro absoluto desapego a ello nos ha permitido ganarnos a pulso esa figura del arquitecto semidiós que ahora está infravalorado, como práctica, como profesional y casi como persona.
La figura del arquitecto está ahora mismo, más desvirtuada que nunca, ¿ingeniero? ¿artista?, para la sociedad no son ni aquello ni lo otro, es más, si por la sociedad fuese no seríamos nada. Un arquitecto no es importante, lo que hace lo puede hacer un ingeniero, lo puede hacer un artista… ellos sí han estudiado para ello.

Disculpad ésta clara demagogia, puede ser debida a la hora bruja en la que escribo o al aire de solemnidad que me acompaña en mi escritorio, con el café y el foco de mesa que ilumina la libreta donde anoto todas esas ideas que me surgen a lo largo del día. Y es que por suerte, no es poca la sociedad que nos sigue valorando y apoyando y que entiende, desde la responsabilidad y la empatía, la importancia real de la arquitectura.
Aunque no me corresponde a mí destacarla, quiénes se benefician (y también se perjudican) de ella es la propia sociedad.
EL BLOG: Debería dejar las venas sentimentalistas y profundas para una sección aparte, pero qué menos que dedicarle unas palabritas en la primera entrada del blog.

Un PFC no es más que otro proyecto. Un proyecto definido por un montón de capítulos, cada uno a su determinada escala, un ejercicio final que abarca desde las ideas más abstractas propias de la espacialidad, el color, recorridos, la composición y la psique; hasta las definiciones más específicas de los detalles constructivos, materiales, instalaciones, normativa, etc… y en casar todo esto (y algunas cosillas más) trata un PFC.
En general puede que no interese a nadie con ninguna implicación indirecta a la arquitectura, e incluso, ni siquiera a quién esté implicado directamente. Pero no importa, no deja de ser a mi juicio un interesante ejercicio terapéutico e introspectivo para mí, con la posibilidad expansiva que cobre en el momento que, cualquiera de vosotros, lo lea.
Esta es mi manera también, tan subjetiva cómo cualquier otra, aunque tan objetiva como intento, de hablar sobre arquitectura… sobre lo que ahora mismo tengo en mis manos, cómo lo entiendo y cómo lo trabajo.

LA CIUDAD A NUESTRAS ESPALDAS bien podría ser una metáfora de EL PFC A MI ESPALDA, y es que cargamos con ella de tal manera (a veces inconsciente) que nos aprieta, nos pesa y nos aplasta hasta que acabamos en posiciones extrañas y antinaturales.
Posiblemente antinatural sea la palabra magnífica para definir el cómo, general, del desarrollo de las ciudades en los últimos años, y del trato hacia ella.
Esto debería ser revertido, cargamos con fragmentos de ciudad de un valor e importancia brutal que, bien analizado e investigado y bien entendido, pueden liberarnos de esa carga y devolvernos de forma instantánea espacios de una complejidad tal, que son capaces de revitalizar ciudades enteras y la forma de ser y pensar de quiénes las habitamos.

Desde chico hubo una actividad que me maravilló, ya sea por la cercanía a mi casa, por la escala de sus elementos o cualquier otro motivo… los trenes. Hasta el punto que los dibujaba, de manera compulsiva, con el humo, con sus ruedas y sus raíles, que no le faltase el carbón.


Y había entre todas, una construcción que habitaba dentro todas mis aventuras imaginadas, una gran nave (en aquellos entonces la percibía más grande aún) que al tiempo me enteré que servía para la reparación de locomotoras de vapor de RENFE. Un espacio absolutamente diáfano de 3000m2 con 21m de altura acotado por unas grandes arcadas y un tejado de cerchas metálicas. Mi fascinación ha sido siempre tal, sobre este desvalido gigante que a duras penas resiste los azotes de la normativa y el tiempo, que decidí que fuese el objeto donde desarrollar mi PFC.

El primer paso, previo a la investigación y búsqueda de información, ya lo había dado… una elección de lugar y una elección del tema, pero el lugar pesaba y mucho.
Esta es la carga de dicha nave, enigmática y desconocida para casi todos los malagueños puesto que si situación está A ESPALDAS DE LA CIUDAD. Objeto industrial sin uso, abandonado a su suerte, desmantelado, trasera de un gran centro comercial, trasera de las vías de trenes, trasera de la estación de autobuses, trasera de un barrio superpoblado, trasera… un vestigio de Patrimonio Industrial, pero en la trasera de TODO.

Pues bien, nunca vino mejor la palabra rehabilitación, como si de un accidentado paciente se tratase me propuse rehabilitar a “mi nave” (ya me la he apropiado) para que volviese a tener uso, para que la sociedad supiese de ella, para que pintase bonita, y para que la ciudad fuese diferente (mejor) al lado suya.

¿Ambicioso?, ya me respondo yo que desde luego, pero también estimulante… y ese es ahora EL RETO.